2007
2007. Dos Mil Siete. Lindo año ese. Supongo que se debe a que la suma de sus números da 9, mi número favorito y, por qué no, de la suerte. Voy a intentar resumirlo: 3er año de liceo, todavía usando uniforme. Me iba bien, en general. Iba de tarde. ¡Qué lindo era ir de tarde! (ni con el liceo a cuatro cuadras me gusta ir de mañana). En Julio mi sueño se hizo realidad: conocí Estados Unidos. Sueño fácil de alcanzar para muchos, para otros no tanto. ¿Para mi? Lo mejor. Con todavía 14 años, me metí en un grupo de viaje en el cual no conocía a nadie (en realidad conocía, pero no eran mas que conocidas. Y además hicieron la mitad del viaje conmigo). Julio pasó volando. Y así también mi sueño. En Agosto, mis 15. No fue la gran cosa, of course. Solo hice en casa una “reunión” (como diría mamá). Septiembre llegó, y eso solo significó una cosa: vacaciones (igual creo que fueron uno o dos días). En Octubre los 15 de Leti y alguno más. El dos mil siete fue “el año de los cumples de 15”. ¿¡Qué bailes ni bailes?! A nosotros nos dabas un salón con lo básico (y en cuanto a básico me refiero a música, pista de baile, Coca Cola, algo con que alimentarnos, una torta dulce para soplar las velitas) y con eso éramos felices (generalizo, claro. Los odds* no son algo nuevo). Por la única plata que te estresabas era por la del regalo, que siempre se la dabas a la que la juntaba para todas las colectas (supe ser una de esas, y debo decir que me salio bastante bien el trabajito). Las cuentas regresivas, las salidas antes de hora del liceo para ir a las pruebas de vestido o para ver tarjetas. Y obvio, no había nada que nos importara más que arreglarnos para la noche de ESA compañera. Si eras de las mejores amigas, la preparación era doble. Los ómnibus desde el Colegio San José, que salvaban a (casi) todos los padres estresados por tener que ir finde tras finde atrás de nosotros de acá para allá. Los cumples fueron demasiado buenos. Al menos yo los disfruté. (Y ahora entiendo como cuando yo decía que no quería ir a un cumple de esos porque no tenía ganas, mucha gente no lo podía creer y me decía cosas como: “¡Estas loca!”, “¡Aprovechá que tenés un cumple de 15!”, “¡¿Sabés lo que daría yo por tener uno ahora?!”. No, no lo se. Tampoco quiero saberlo).
En fin, las fiestas de 15 terminaron. Y también terminó el año. ¡Ah! En Octubre nos fuimos de campamento. Fue todos juntos: 1ero, 2do y 3ero. Mi estado social no era de lo mas high (muchos deben saber a que me refiero), pero la pasé bien. Octubre fue el mes en que empezó a aparecer esa personita que cada tanto me hacía sonreír con sus bromas y que a todo momento me conquistaba con esas “pequeñas cosas” que me hacía sentir. Noviembre fue mágico. La mejor manera de describirlo es esa canción tan estúpida pero demasiado tierna que nos gustaba tanto escuchar juntos y con la cual jugábamos a ver quién la encontraba mas veces en la radio. Diciembre empezó y el liceo terminó. Esos primeros días fueron especiales para todos. Navidad se acercaba, los planes para el verano estaban tomando forma, para algunos el año se definía. Pero para nosotros, fue incluso mejor. Diez días después que empezó el mes, vos estabas acá en casa (si, para ese momento eras uno más de la familia y, por suerte, te adaptaste a mi casa y todas las locuras que esta trae con sí). Ese día fue lunes. Creo que tenías examen de alguna materia ¿no?. Seguramente sí. Como otros tantos días, vos viniste a casa, pasamos la tarde en la computadora, mirando televisión o simplemente tirados en la cama charlando. Y fue en un momento que vos te me acercaste y me dijiste al oído las palabras mas tiernas, dulces y únicas (pero tan comunes y clásicas a la vez) que alguien me pudiese haber dicho: ¿Querés ser mi novia?. Fue una cosa de niños. Porque era la época que vos te morías por ESA voz que yo hacía, y (creo que) esta fue el motivo de usar esa forma para preguntármelo. Me hice la difícil, obvio. Aunque debo decir que mi nivel de dificultad esta desconfigurado. A los 2 minutos estábamos dándonos ese primer beso oficialmente de novios que tanto había esperado. Y sí, fue uno en un millón. El resto de la tarde no me lo acuerdo. Debe ser por el efecto alucinógeno que tuvieron esos quinientos tres besos que me diste y te dí.